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El TDAH (trastorno por déficit de atención), el metilfenidato y las terapias psicológicas.



Como conclusión, un TCA es suficientemente grave como para permitir que estas webs, mensajes, tips… intervengan en el tratamiento o inciten a prácticas insanas relacionadas con un  trastorno que lleva a la muerte a muchas personas, en concreto en España alrededor de unas 100 al año.

Comenzaré mis aportaciones en este blog hablando sobre un tema muy importante hoy en día debido a la controversia que existe en relación a la utilización de medicamentos, principalmente estimulantes, en niños y adolescentes con TDAH. Este es el tema que utilicé en mi TFG (trabajo de fin de grado) y me ha parecido interesante compartir algunos puntos.

En el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), el TDAH se clasifica como un trastorno del neurodesarrollo, y se caracteriza por un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad que interfiere con el funcionamiento o el desarrollo. Además, estos síntomas deben estar presentes desde antes de los 12 años y existir pruebas suficientes de que los síntomas interfieren en el funcionamiento social, académico, laboral, o reducen la calidad de los mismos. Los subtipos del trastorno que nos podemos encontrar en el DSM-V son: el predominantemente inatento-desorganizado, con dificultades de organización, planificación y atención sostenida; el subtipo predominantemente hiperactivo-impulsivo, que presenta dificultad para regular el comportamiento debido a una disfunción del control inhibitorio; y, por último, el subtipo combinado (los dos anteriores) el cual presenta sintomatología de falta de atención, exceso de actividad e impulsividad. Este último es el subtipo más frecuente.

En España, los estudios de prevalencia del TDAH realizados en población general revelan cifras del 5%, con cifras mayores en niños 5-8% que en adolescentes 2,5-4%.
Se estima que hasta el 70% de esos niños con TDAH evolucionarán con manifestaciones clínicas hasta la adolescencia. Con la edad, va disminuyendo la hiperactividad motora y se trasforma en hiperactividad mental o sensación de impaciencia. Aunque se mantiene el déficit de atención,  la dificultad para planear y organizarse lo que conlleva múltiples dificultades, entre ellas mayor sensibilidad al estrés y problemas de ansiedad.

El uso de estimulantes para el tratamiento del trastorno por déficit de atención no ha estado exenta de una bien merecida polémica. El metilfenidato (un estimulante del sistema nervioso) se ha utilizado para el tratamiento del TDAH durante más de 50 años y ahora es globalmente el tratamiento más común para el trastorno. Se realizó un meta-análisis en el que se encontró que el metilfenidato reduce los síntomas de TDAH en niños y adolescentes, y se asocia con un riesgo relativamente alto de efectos secundarios. Estos eran, problemas neurológicos, digestivos, urinarios, circulatorios, respiratorios, reproductores, óseos, musculares, y eventos adversos inmunológicos, así como medidas físicas como la diferencia de altura, peso, índice de masa corporal, y los signos vitales. Se pueden encontrar dos tipos de fármacos, uno de acción corta que comienzan a trabajar después de treinta minutos y su efecto tiene una duración de tres a cuatro horas, y los fármacos de acción prolongada, que tienen una duración de ocho a doce horas. Estos últimos también se conocen como fármacos de liberación sostenida.

En la actualidad, existen un gran número de reportes que asocian al metilfenidato con casos de dependencia generados por el uso recreativo del mismo. El metilfenidato hoy día se clasifica como droga tipo II en el Acta de Sustancias Controladas de los Estados Unidos, ello significa que tiene un uso médico aprobado, pero que también es susceptible al abuso, lo cual incrementa la preocupación por su aplicación mal controlada en pacientes con TDAH, incluyendo el abuso o utilización con fines sólo recreativos en sujetos sin éste.
Actualmente existen numerosas evidencias a favor de la eficacia del metilfenidato para el tratamiento de TDAH. Se calcula que 52 de cada 100 niños mejoran sus síntomas con su uso, en cambio sin el medicamento sólo mejoran 15 de cada 100.

Por otro lado,  es común el uso de las terapias psicológicas para paliar los síntomas de este trastorno. Hacemos referencia a las intervenciones conductuales que están dirigidas a la modificación del comportamiento. Éstas consisten en el uso de recompensas o refuerzos que tienen como finalidad motivar a los jóvenes y niños a poner en práctica los cambios específicos en el comportamiento motor, el control de impulsos y de la atención. También se emplea el entrenamiento cognitivo, en el que se emplean las auto-instrucciones, que consisten en ayudar a los jóvenes y niños a desarrollar una forma más planificada de pensar y a adoptar un enfoque más reflexivo, sistemático y dirigido a un objetivo, y a la resolución de problemas. Otra de las técnicas que se utilizan es el neurofeedback, que utiliza la visualización de la actividad cerebral para enseñar a los niños a aumentar la atención y a controlar los impulsos.

En un análisis de 51 estudios diferentes, se compararon los resultados del tratamiento farmacológico, no farmacológico (terapia psicológica) y combinado ( terapia psicológica más metilfenidato). Este análisis demuestra que el tratamiento combinado fue más eficaz y se asoció a mejores resultados, el 83% obtenían mejoras significativas; en cambio, con el tratamiento farmacológico las mejoras significativas eran del 50%, y con el no farmacológico, es decir terapia psicológica solamente, el 65%.

Dependiendo de la situación en la que nos encontremos y de la gravedad de los síntomas, es preciso que los profesionales evalúen la necesidad de los estimulantes, ya que aunque está demostrada su utilidad puede tener efectos secundarios adversos, algo que no se presenta en el tratamiento psicológico y además este último, también ha demostrado reducir los síntomas y mejorar la calidad de vida más a largo plazo que los estimulantes.